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__AGUA Y SALUD

Para buscar los orígenes de las modernas instalaciones de hidroterapia, cabinas de hidromasaje o baños de vapor, tan solicitadas hoy en día, tenemos que remontarnos a la Edad de Piedra, cuando los hombres primitivos ya conocían las propiedades beneficiosas para la salud de las aguas minerales. Se considera que los primeros balnearios de aguas datan de hace 2000 a.n.e. y se han encontrado evidencias de esa época en la ciudad india de Mojenjo-Daro y en Epidauros, en la Antigua Grecia. También han aparecido instalaciones en la isla griega de Creta (entre 1700 y 1400 a.n.e.) y en la ciudad egipcia de Tel el-Amarna (1360 a.n.e.).

Entre los griegos, las curas mediante baños de vapor y de aguas medicinales alcanzaron gran difusión. La mayoría de los centros médicos disponían de manantiales que facilitaban las técnicas hidroterapéuticas. Entre ellos destacaban los de Peloponeso, Cos, Pérgamo, Cnido y Rodas. La medicina de la época, que logró alcanzar un gran desarrollo, estaba inspirada en Asclepio, el dios griego de la medicina. Por aquella época ya se le conferían propiedades terapéuticas al agua mineromedicinal, aunque primaban prácticas empíricas, de observación y tanteo, en forma similar a la forma en que lo llevaban a cabo los pueblos primitivos. Las termas originales (similares a las modernas instalaciones de hidroterapia) sólo disponían de agua fría y se aplicaba en tinas para baño. A finales del siglo V a.n.e. se empiezan a construir complejas instalaciones independientes, distribuidas por la ciudad, que brindaban piscinas con agua fría o templada y baños de vapor. En Grecia y en Roma los baños se convertían en complejos rituales y se acompañaban de ejercicios y masajes.

Las termas romanas más antiguas que se conservan hasta hoy son las de Stabiano en la ciudad de Pompeya. Fueron construidas en el siglo II a.n.e. El agua que abastecía las termas se traía, en ocasiones, desde fuentes lejanas. Asimismo, por aquella época se crearon en Roma muchas termas públicas, las cuales tenían una función social y política. Se convirtieron en lugares ideales para el recreo y la relación social, construyéndose en ellas verdaderas obras de arte. Durante la dominación romana, se expandieron por Europa sus hábitos y normas, incluyendo las termas, con lo cual se difundió la práctica de las curas balnearias. La dominación de los bárbaros trajo como secuela, entre otras, la destrucción de gran parte de las termas romanas y una involución en la práctica de las curas termales. La iglesia cristiana, por su parte, daba más prioridad a la limpieza espiritual que a la limpieza corporal y consideraba las termas romanas como un lugar de perversión.

Durante toda la etapa medieval se hizo poco uso de las aguas mineromedicinales, incluso escaseaba el abasto de agua y las cañerías, y se convirtió habitual la falta de paseo personal. En Escandinavia, donde el cristianismo tardó en imponerse, cada casa contaba con una instalación denominada sauna, donde se aplicaban primero baños de agua templada y luego de agua helada. Con la invasión de los árabes al sur de Europa, se reintegraron los baños públicos y las curas termales. Todas las ciudades importantes dispusieron al menos de un baño público. Entre estos se destaca El Baño Real de la Alambra en Granada. Después de la reconquista de España por los Reyes Católicos y la expulsión de los musulmanes del territorio ibérico, se volvió a restringir la prácticas de curas balnearias, relacionándose esas costumbres con actos herejes, moriscos y judeoconversos.

En Constantinopla, durante el imperio bizantino, se mantuvieron las costumbres romanas, las cuales perduraron y se reforzaron durante el dominio turco. Las Cruzadas dieron también un florecimiento a las curas termales. Las aguas mineromedicinales fueron utilizadas para la cura de los heridos y para combatir las enfermedades contraídas en Oriente. El Renacimiento, que surge a partir del siglo XV, no trajo avances significativos en el campo de la balneoterapia, a pesar de lo supuso para la Medicina en general. Sin embargo, los nuevos descubrimientos geográficos pusieron de manifiesto el uso de las aguas termales por parte de los pobladores del Nuevo Mundo.

En los siglos XVIII y XIX se produce una recuperación de la cultura clásica y se generaliza la costumbre del uso del agua termal, baños de vapor y baños en general como una de las medidas higiénicas. Sin embargo, debido al hacinamiento de población en las grandes ciudades europeas, en el siglo XIX se produjo un brote de cólera y se puso de manifiesto la necesidad de construir baños privados y públicos como medida de higiene.

Actualmente, la Hidrología Médica como rama de la Terapéutica se nutre de los avances de la ciencia y se apoya en otras disciplinas, tales como las Ciencias Naturales, la Química, la Física, la Fisiología, la Farmacia, etc. Hoy se conoce la composición química de las aguas, sus orígenes, sus funciones en el organismo, etc. Sin embargo, a pesar de que las curas termales han perdido en empirismo de antaño, las curas hidrotermales no ocupan hoy el lugar privilegiado que ocupaban en otras épocas, lo cual es debido al desarrollo de la Medicina en su conjunto, especialmente de la Cirugía y la terapéutica medicamentosa.
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